jueves, 24 de febrero de 2011

UN HÉROE Y LA OBRA DE LA TRAGEDIA

Trato de encontrar alguna respuesta a la cuestión: ¿QUE ES UN CUSTODIO DE LA VERDAD?  Creo que el primer paso para tener una idea es el hecho de que es aquella persona que NO se cree el termino democrático estúpidamente llamado ''Libertad de Expresión''.

Conocer el arma manipuladora del sistema para cegar la conciencia, el pensamiento natural-activo y el deber histórico de los individuos.

Es el no tener estadística alguna, ni  pensar en el futuro propio o en algún incentivo económico.Perdiendo el trabajo adquirido en algún tiempo por diversos factores en la vida, pero despertando adeptos para recorrer el sendero real de esta misma.

Es el hecho de informar por cualquier medio la ''tragedia sionista'', la obra de los hijos que aprecian y adoran a un becerro de oro junto con su teatro montado en falsedad y sus consecuencias mundiales.Tomando en cuenta que es contraproducente informar a un pueblo de manera acertada.

Llegando a negar su ''teatro'', arriesgándose como el aventar una piedra hacia el  firmamento en lógica constante, se tiene la imagen en que dicha materia tendrá que caer en cuestión de segundos hacia el piso, por la Ley de gravedad. Haciendo la diferencia  ante esta analogía el SISTEMA y su ''Libertad de Expresión'', contra el informante de la verdad, no espera la piedra sobre su cabeza, pero si todo el Peso de una cobarde sentencia para intentar callar aquella voz peligrosa que hace ''tambalear su telón'' guiándose por la propia LEY de los personajes en esta obra teatral, llena de perversidad para obligar a retractarse de alguna investigación REAL, pero peligrosa para sus intereses dominantes.

Es aquella persona que ha tocado fondo en el abismo histórico-literario, estando consciente de que puede perder todo, pero siendo verdaderamente LIBRE, teniendo la certeza de arriesgarse por su convicción sin dudarlo entre cuatro paredes: La zona VIP del teatro judaico, el asiento reservado para aquella persona  expresiva debido a que en su interior, su espíritu grita y baila con el pandero el sonido de la verdad la cual protege.

Un libro, una palabra, un acto y el sacrificio,son las armas del custodio, jamas la falsa libertad de expresión. La razón y la duda de la ''falsa historia'' que emanen en la sociedad es la victoria, aun así perdiendo la propia libertad, acto el cual justifica el daño que se le ha hecho a la causa de los manipuladores de la mente.

Con todo esto, creo que no es necesaria una respuesta en si; es mejor una afirmación y una conclusión las cuales son:


                     ¡TU! PEDRO VARELA eres un Custodio de la Verdad. Haz pasado tu vida luchando a tu modo y a tu estilo, eres un ejemplo para estas generaciones y nosotros te brindamos todo nuestro apoyo.
  
                                                       LUCHA, VERDAD Y LIBERTAD!  




-Frente Juvenil Nacionalista.
  

CARTA DESDE PRISIÓN DE PEDRO VARELA

Es sabido que el poder suele promover una propaganda inducida desde el Sistema en favor de sus intereses. Con ello se constituye una fachada denominada “Opinión Pública”, que no es otra cosa que la opinión publicada. En la carta anterior habíamos definido a los medios de comunicación y a los partidos políticos como meras terminales de entidades financieras, de las que en última instancia dependen.
Elementos plutocráticos deciden de forma clara y contundente como reconducir a la opinión pública para supeditarla a los intereses de los poderes fácticos.
Europa evolucionó  durante siglos para dar voz a los que no la tenían normalmente bajo  el feudalismo, la monarquía o incluso bajo régimen eclesiástico. Pero esa evolución, sin duda positiva, quedó pronto truncada ante la aparición de otros poderes, en sustitución de los anteriores, pero sin principios y con el objetivo claramente definido de dominar a fin de acumular más poder y por tanto mayor capacidad de manipulación. El proceso, aparentemente democratizador, deviene hasta nuestros días como una auténtica farsa.
Pero en nuestra época la voz de los sin-voz se ha abierto paso, cuanto menos, en la red de redes, las redes sociales y la comunicación instantánea entre cualquier lugar del planeta, lo que permite una auténtica libertad de expresión, en tanto los nerviosos poderes en la sombra no consigan —ya lo insinúan más claramente, como lo hemos denunciado en estas cartas— pulsar el interruptor central que desconecte Internet a nivel nacional, continental e incluso planetario.
Mientras esto no ocurra —es cuestión inventar una nueva excusa con otro auto-atentado bajo bandera falsa—, la pluralidad, al menos de forma cibernética, está asegurada. Como contrapeso, la industria de los medios de comunicación intenta debilitar, cuanto más mejor, cualquier información  que no emane de sus centrales.
Francotiradores como “Reporteros sin fronteras”, Assange y su “Wikileaks” y todas y cada una de las webs o blogs de interés, como puede ser el nuestro al ofrecer información directa no controlada por el sistema, impiden la omnipotencia de los poderosos y mantienen a los sin-voz con voz.
Sin embargo, no podemos menospreciar los aún poderosísimos mecanismos de hacer percibir la realidad de una forma determinada. De ahí la importancia de mantener la fluidez en la comunicación, que ha de ser rica y variada, primero entre nosotros pero acto seguido con las personas y grupos honestos que tengan algo interesante que decir, sean cuales sean sus perfiles ideológicos, étnicos o culturales.
Si siempre hemos abogado por la superación de las artificiales divisiones de izquierdas y derechas que debilitan al pueblo, ahora más que nunca la alternativa es sólo una:
la Humanidad frente al dios Mammón.
Pedro Varela

miércoles, 16 de febrero de 2011

UNA HISTORIA DE LA DIVISIÓN AZUL


José González Rodríguez, 89 años, historia de uno de los últimos soldados andaluces vivos de la División Azul.

El 20 de abril de 1943, Adolf Hitler visita el hospital de la Luftwaffe en Berlín para saludar a los soldados heridos en combate. Es una de las costumbres del führer el día de su cumpleaños. En una de las habitaciones, junto a seis pilotos alemanes, hay un español que se recupera de un tiro en la cabeza. En un principio, Hitler no repara en él, piensa que es un italiano. Pero, tras pasar de largo, alguien le indica que se trata de un español y Hitler vuelve sobre sus pasos. Un retrato de Franco cuelga de la pared. 'Wie geht es Ihnen?' (¿Cómo estás?), le pregunta. 'Gut' (bueno), le responde el soldado, cuyo nombre era, es, José González Rodríguez, soldado de la División Azul.

Aquel fugaz encuentro entre Hitler y el soldado González fue el final de una aventura que comenzó dos años atrás, cuando éste decide alistarse como voluntario en la mayor división extranjera que luchó del lado de los alemanes en la guerra contra Rusia. José González, 89 años, nos recibe en su casa de la calle Antonio Machado de Cádiz con la Medalla al Sufrimiento por la Patria en la solapa de su chaqueta, una de las pocas condecoraciones que conserva quien llegó a recibir la Cruz de Hierro de segunda clase por su valor. En su frente, sobre su ojo izquierdo, el agujero del impacto de una bala que, milagrosamente, le atravesó la cabeza sin causarle la muerte. Es una cicatriz profunda, en la que cabe la yema de un dedo. Sentado en el sillón de su casa, habla despacio y con lucidez. ¿Por qué decidió alistarse? 'No lo sé, me enteré que se había organizado la División Azul y yo compartía unos principios que ahora dicen unos que están equivocados... pero Leningrado, que yo sepa, ya no se llama así'. Como muchos otros voluntarios, José González quiere dejar claro que no fue a luchar a Rusia a favor de los alemanes, sino 'contra el comunismo', pero nuestro protagonista introduce una matización más: 'Contra el comunismo estaliniano'. ¿Qué le dijeron sus abuelos cuando decidió alistarse? 'Quería vivir intensamente, ser yo. Nunca pensé en qué pensaban los demás. Y me fui a la guerra, que era lo contrario de todo eso'.

Y en julio de 1941, como harían otros 46.000 españoles a lo largo de los siguiente catorce meses, José tomó el tren que llevaba a la guerra. 'Era un tren bueno, muy cómodo. Hicimos casi todo el trayecto cantando', recuerda, al igual que tiene muy vivos los gritos, vivas y cánticos que recibían los soldados españoles de la División Azul. En Hendaya los desinfectaron y les dieron uniformes alemanes, más completos que los españoles, aunque se produjo un problema con las banderas en las guerreras. 'Muñoz Grandes dijo que nuestra única bandera era la española y que sólo juraríamos sobre ella', dice el gaditano, que más adelante reconoce: 'El equipo alemán llevaba de todo, hasta una tienda de campaña, pero pesaba 30 kilos. Los españoles nos deshicimos de parte del equipo para caminar con menos peso que los alemanes. Cambiábamos mochilas alemanas por tabaco'.

Les iba a hacer falta soltar lastre. Desde el campamento alemán hasta el frente ruso, mil kilómetros, el camino se haría andando, a razón de 50 kilómetros diarios. Bastaron dos o tres meses, según los casos, de adiestramiento, para partir al frente. 'Nos mandaron al peor sitio -rememora José- porque para un gaditano estar a treinta bajo cero es terrible'. El frío. Ésta es una constante en los relatos divisionarios y González no es una excepción. 'Un ruso -cuenta- nos enseñó un truco para combatirlo: desnudarse, untarse el cuerpo con nieve, secarse y volver a vestirse'. 

La guerra 'contra el comunismo' llevó a José González hasta el frente de Leningrado, al lago Ladoga, a Novgorod, al Voljov, al lago Ilmen, a Puschkin y a Krasny Bor, todos nombres míticos de la División Azul. La memoria de José guarda recuerdos nítidos de historias en cada una de esas ciudades. En Puschkin, unas mujeres rusas eran obligadas a quitar nieve de las carreteras por los alemanes, lo que produjo un incidente con las tropas españolas. 'Nuestro capitán, el capitán Marzo, les dijo que eso no lo consentíamos en España, que nosotros no tratábamos a las mujeres como esclavas, y los alemanes nos apuntaron con sus fusiles'. Es uno de los miles de episodios que se cuentan de las buenas relaciones entre españoles y el pueblo ruso. En este momento se le iluminan los ojos. 'Malenky', repite varias veces. Es el nombre de una joven rusa que le dejó una huella tan profunda como una bala, aunque asegura que no hubo nada 'serio' entre ellos. La guerra no lo permitía. Malenky murió en un bombardeo. Empezaron pronto las escaramuzas y él, que nunca había probado un cigarro, empezó a fumar. 'Fumaba de miedo', reconoce. Su primer contacto con el frente lo resume con esa palabra: miedo. Esas primeras escaramuzas serían poca cosa comparadas con lo que se avecinaba en Krasny Bor, el principio del fin de la División Azul, la mayor masacre desde el desastre de Annual en 1921. Le habían dicho que estaba en un grupo 'antitanque' y aquella palabra le impresionó tanto que llegó a pensar: 'Dios mío, dónde me han metido'.

En las trincheras o los cuarteles, José y sus camaradas no dormían. 'Aprendimos que cuando se oye el silbido, la bala ya ha pasado. El miedo es el silencio. Cuando hay un tiroteo no se piensa en nada. El silencio de las trincheras es terrible, porque te da opción a pensar y pensar es el mayor enemigo del soldado. Pensar da miedo'. Su hora pudo haber llegado en varias ocasiones, cuenta sus vidas y ha superado las del gato: el día que una bala atravesó la cabeza de un compañero que se sentó en el sitio que ocupaba momentos antes en una ametralladora; el día que un joven ruso aterrorizado cruzó las líneas y a sus espaldas le pidió pasarse a las filas alemanas ('me pudo haber matado, no lo vi') o el 22 de febrero de 1943, en la batalla de Krasny Bor. Relata José aquel infierno, aquel caos, con precisión. 'Vi volar compañeros destrozados a mi lado. No podíamos abarcar todo ese terreno. Era todo desconcierto, no sabías si avanzabas o retrocedías. Amanecía y, a las tres horas, anochecía. Una larga noche con 200 baterías disparando. Yo buscaba boquetes de proyectiles en la tierra y allí me refugiaba...' . 

Milagrosamente, sobrevivió a Kransy Bor. Días después, en un lugar más tranquilo, 'hubo un golpe de mano ruso y me pegaron un tiro en la cabeza. Al principio no me di cuenta, seguí a lo mío. Luego, caí'. Lo recogieron y lo llevaron a un hospital de campaña, de ahí a otro en Riga y de éste a Berlín, donde su guerra, ya acabada, se cruzó con la de Hitler, que ya sedespeñaba. 

El regreso de José González a España no fue como su partida. Los trenes que lo devolvieron a su país, en repetidos trasbordos, no eran tan cómodos. Nadie le esperaba, nadie vitoreaba. Y el escenario que encontraría, con una Alemania a punto de perder la guerra y una España a punto de renegar del Reich, tampoco era el que esperaba. No se arrepiente. 'Me honro en haber pertenecido a la Historia. Eso no hay quien lo borre', sentencia setenta años después. Guarda silencio, menea la cabeza y susurra ante las fotos de su juventud: 'Dios mío, parece que lo estoy viviendo'. De sus labios salen nombres como una letanía. 'Uf'. Se enjuga una lágrima. 'Perdón, ¿quieren tomar algo?'. Sobre la mesa camilla reposa esa instantánea de un veinteñaero con una venda en la cabeza, sonriendo junto a un alemán. Ese chico pasearía semanas después por un Berlín reventado. Faltaba poco para que el hombre que le preguntó 'Wie geht es Ihnen?' ingiriera, no muy lejos de aquellas calles destripadas, una cápsula de cianuro.